LA ESCUELA COMO AGENTE SOCIALIZADOR.
¿ENSEÑAR PARA ADAPTARSE A LA SOCIEDAD
O PARA TRANSFORMARLA?
ANÁLISIS DE POSTURAS Y PRESUPUESTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS
Silvia Luz de Luca
Maestra titular EGB, Río Negro, Argentina
I INTRODUCCIÓN
Nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo;
los hombres se educan entre sí,
mediatizados por el mundo, Paulo Freire.
En el texto de Giroux, H y Penna, A, “Los profesores como intelectuales. Hacia una pedagogía crítica del aprendizaje”, se destaca el hecho evidente de que las escuelas son instituciones sociopolíticas, y hace alusión a unas cuestiones que plantea R. Tyler: “¿Deberían las escuelas formar a los jóvenes para que se adapten a la actual sociedad tal como ella es de hecho? O, por el contrario, ¿Tiene la escuela la misión revolucionaria de formar a los jóvenes que tratarán de mejorar esa misma sociedad?[1]
Según una encuesta realizada en una escuela rural (Ubicada en el Alto Valle de Río Negro, Argentina, a seis kilómetros de la ciudad de Allen, con una población de clase baja, hijos de peones rurales, inmigrantes chilenos que tratan de insertarse en la sociedad argentina), sobre qué función cumple la escuela y qué se espera de ella, el 90 por ciento de los padres contestó: educación, disciplina, respeto, preparación adecuada para el secundario (aunque muchos mandan a sus hijos a trabajar a las chacras en lugar de seguir estudiando), continuidad, no paros. A buen entendedor se ve una clara tendencia a la educación tradicional y de adaptación, se asemeja al análisis de educación que realiza Bernstein (citado en el texto de Giroux):
[...] los estudiantes aprenden valores y normas destinados a producir “buenos” trabajadores industriales, interiorizan valores que acentúan el respeto por la autoridad, la puntualidad, la limpieza, la docilidad y la conformidad.
Entonces ¿qué deben hacer los maestros rurales rionegrinos? ¿Qué propuesta pedagógica implementar? ¿Preparar ciudadanos (mano de obra barata) para adaptarse a la sociedad actual, cada vez más consumista e individualista o para transformarla?
Se analizarán opiniones y presupuestos teóricos y metodológicos de algunas tendencias pedagógicas, para llegar a conclusiones que orienten a los docentes y directivos de las escuelas a determinar qué orientaciones educativas brindar a sus alumnos.
II EL MODELO NEOLIBERAL
Los neoliberales definen un conjunto de estrategias orientadas a transferir la educación de la esfera de los derechos sociales a la esfera del mercado. Para ellos, la crisis educacional es, antes que nada, una crisis de eficiencia, eficacia y productividad derivada del inevitable efecto perverso al cual conduce la planificación y el centralismo social. (Gentili y da Silva, 1994). Consideran que las instituciones escolares deben funcionar como pequeñas empresas productoras de servicios educacionales y asumir los principios de probada eficacia para alcanzar cierto liderazgo en cualquier mercado. McDonaldizar la escuela supone pensarla como una institución flexible que debe reaccionar a los estímulos (las señales) que emite un mercado educacional altamente competitivo[2].
En este modelo de organización social, la escuela tiene por función, en la perspectiva de los hombres de negocios, la transmisión de ciertas habilidades y competencias necesarias para que las personas se desempeñen competitivamente en un mercado de trabajo altamente selectivo y cada vez más restringido. La buena educación escolar debe garantizar las funciones de selección, clasificación y jerarquización de los postulantes a los futuros empleos. Para los neoliberales, en esto reside la “función social de la escuela”. (Gentili, 1995).
III ¿INVERSIÓN O BIEN DE CONSUMO?
En su libro “El capital humano”, Sara Finkel plantea esta pregunta y dice que la ideología dominante de los organismos educativos nacionales e internacionales se podría definir como:
[...] la inversión en educación es productiva cuando sólo son aquellas habilidades, conocimientos y atributos adquiridos por el hombre y capaces de aumentar la capacidad de trabajo.
Desde la producción capitalista, la educación tiene relevancia económica sólo y cuando contribuye a aumentar la productividad de los trabajadores productivos. No es el contenido de la educación lo que determina por sí mismo su carácter productivo sino la inserción de éste en la producción. Define así la educación como consumo, si refleja valores tradicionales y la educación como inversión, si responde a una concepción moderna, eficiente y es funcional para el desarrollo.
Este enfoque de la educación, aún con los años, no pierde vigencia en la sociedad actual, ya que a menudo se escucha la pregunta que 2.300 años atrás, un joven estudiante de geometría preguntó a Euclides: “¿Qué es lo que ganaré aprendiendo estas cosas?”. El maestro llamó a su esclavo y le dijo:”Dale unas monedas, pues parece que éste debe ganar algo con lo que aprende”[3].
Por otra parte, Adriana Puigross, señala que los criterios de reclutamiento utilizados por los empleadores no responden a políticas globales ni a acuerdos establecidos entre el sector privado y los organismos gubernamentales destinados a capacitar recursos humanos, ni tampoco a convenios entre empresarios o a los directivos de las empresas estatales. La demanda de capacitación responde a una serie compleja de factores, entre los cuales parece jugar un papel determinado la cultura general, pero a ello se le agregan elementos de personalidad, experiencias y capacidad de adaptación[4].
IV EQUIDAD VERSUS POLÍTICAS SOCIALES
Las sociedades sostienen las escuelas por razones que se encuentran entre dos extremos: por una parte, porque contribuyen a reproducir el orden social; por otra, por la esperanza de que pueden contribuir a mejorar ese orden. Las escuelas caminan orientadas así entre el pasado y el futuro. Su tarea no es sólo preservar el pasado, sino construir el futuro. En la escuela se aprende de los maestros, de los compañeros de clase, de los libros, del ejemplo de los adultos, de la forma en que se organiza y lleva a cabo la tarea escolar, de muchas cosas. Se aprende una relación con el conocimiento y con la realidad a la que ese conocimiento se refiere y sobre la que se le permite actuar. Se aprenden formas de relaciones con otras personas. Se aprenden ideas sobre uno mismo, sobre nuestro lugar en la estructura social, en la vida y en el mundo, se desarrollan esperanzas y expectativas, se adquieren habilidades[5].
El número de personas que vive bajo la línea de pobreza en América Latina aumentó de 136 millones en 1980 a 204 millones en 1997, y no ha disminuido en términos porcentuales. Porque las condiciones de vida de los más pobres son tan limitantes del bienestar, de las capacidades y libertades, todas las personas en Latinoamérica quieren que sus hijos tengan oportunidades que les permitan desarrollar capacidades para que su lugar en la estructura social no sea librado al azar. De este modo todos los padres tienen expectativas de que sus hijos tengan oportunidades educativas que les permitan satisfacer sus necesidades y vivir con bienestar y destinan parte de sus recursos, por modestos que sean, para que sus hijos desarrollen capacidades que les permitan ser libres y vivir bien; todos esperan que las escuelas les ayuden en esta tarea.
La tarea de la política social no es preocuparse de las fuentes de la desigualdad, que se encuentran en la base del sistema y, por lo tanto, más allá de su campo de acción. Este esfuerzo de delimitación de las áreas legítimas de actuación no implica negar la conveniencia de que la política económica sea manejada según objetivos de naturaleza social.
Como derivación de la confusión limítrofe y de los campos de acción de ambas políticas, suelen plantearse alternativas como enseñar a pescar a quienes tienen hambre en lugar de entregar pescado. La propuesta tiene la fascinación de la sabiduría oriental. Pero ¿cuáles son sus implicancias concretas? Se ha repetido muchas veces que la lógica de funcionamiento de las economías latinoamericanas tiende a cerrar el acceso a sectores de la población en el mercado formal de trabajo. Cuando se habla de “enseñar a pescar”, ¿se busca revertir esa tendencia desde la política social? Si es así se trata de una pretensión insostenible. La política social cumple el objetivo de invertir en recursos humanos (que puede interpretarse como enseñar a pescar) pero necesita que el sistema productivo esté en condiciones de demandar ese personal, que haya un “río que tenga peces”, siguiendo la metáfora (Sergio España).
V TODOS PUEDEN APRENDER
Últimamente se presentan dos líneas de pensamiento que confluyen en la vinculación pobreza-riesgo escolar. De un lado, el progresista, se viene escuchando con cierta frecuencia la aplicación del concepto de educabilidad, no ya como condición innata de todo ser humano, sino como resultado de las condiciones sociales previas a la escolarización de cada niño. Hay incluso quienes buscan el indicador que permita identificar el número de niños «por debajo de la línea de educabilidad». Del lado del ultraliberalismo el concepto es el darwinismo, es decir, la presunción de que hay factores sociales y culturales que terminan tornándose en genéticos, al punto de predeterminar el futuro de los niños (¿idea de los padres y maestros rurales?). En definitiva, unos desde el reconocimiento del drama social, otros desde la exaltación de lo orgánico, ambos coinciden en relativizar las posibilidades de éxito de los más pobres.
Por eso resultan tan importantes las contribuciones de las experiencias e investigaciones que analizan las causas del éxito en el rendimiento y escolarización de alumnos de sectores postergados, como la disponibilidad de libros en las aulas, la cercanía de la escuela, el transporte, la adecuación en la propuesta curricular o la educación preescolar, todos ellos muestran fuerte incidencia sobre las posibilidades educativas de los alumnos, a pesar de los difíciles puntos de partida familiares.
Esta síntesis del trabajo sobre Políticas sociales en América Latina, escrito por Sergio España, hace referencia también al plan que se puso en marcha progresivamente en escuelas rurales de nuestro país, a partir de 1996, y que permitió a los alumnos insertarse sin problemas en las escuelas secundarias urbanas.
VI EDUCAR AL SOBERANO
Quienes entienden que la escuela es la única que puede garantizar la educación del pueblo, lo hacen partiendo de la convicción de que la educación escolar posee un potencial transformador y que «La escuela cumpliría la parte que le corresponde en esa trasformación con la eficiencia, para garantizar a las clases populares la adquisición de conocimientos que favorezcan su inserción en la dinámica más general del cambio» (Melo, 1985). Para que esto sea posible es preciso que deje de ser «selectiva e Incompetente» lo cual sólo puede lograrse trabajando «dentro de ella para aumentar significativamente las oportunidades de acceso y los años de permanencia de las clases populares en el sistema de enseñanza».
En la tarea histórica de constituir al pueblo como fuerza real efectiva, la educación popular ocupa un lugar estratégico y ello nos obliga a ser precisos en la definición de sus objetivos y en la identificación de sus destinatarios.
Este texto extraído de: «Poder político y educación popular» de José Tamarit, nos acerca a la idea de escuela transformadora, así como lo expuso Henry Giroux, en la conferencia que dio en el congreso nacional organizado por la Asociación de Diarios de la República Argentina (Córdoba, 2000):
[...] lo que se analiza aquí es la necesidad de educar a los alumnos con el conocimiento y habilidades que necesitarán para participar en el mundo público, para ser actores de un gran escenario y participar en la conversación pública que prevalece acerca de temas educativos, políticos, sociales y culturales. Esto sugiere prácticas educativas que conecten el pensamiento crítico con la acción colectiva, el conocimiento y poder con una impaciencia profunda con respecto al status quo, y a la mediación humana para la responsabilidad social. Las escuelas deben proporcionar a los alumnos posibilidades de pensamiento crítico, de ciudadanía social y una vida democrática vigorosa”.”Los docentes deben poder discutir las formas de pedagogía que cierran la brecha entre la escuela y el mundo real. El currículo debe estar organizado alrededor del conocimiento que se relaciona con las comunidades, las culturas y las tradiciones que dan a los estudiantes un sentido de historia, identidad y lugar.
VII LA TRAGEDIA EDUCATIVA
Por último se considera el texto de Guillermo Jaim Etcheverry: “La Tragedia Educativa”, porque describe la crisis de la educación en nuestro país.
En la sociedad actual cada vez se privilegia más lo útil, lo que sirve para trabajar, frente a lo que se considera ocioso saber perimido. Los medios han ido invadiendo a los niños, y los padres y docentes se enfrentan a una lucha desigual, porque el deseo de vender es mucho más poderoso que los valores familiares. Uno de los objetivos de la cultura popular contemporánea es eliminar las dificultades, simplificarlo todo. ¿Una obra maestra de la literatura o una sinfonía parecen complejas? Hoy esto no es un problema. La maquinaria de la cultura popular contemporánea cuenta con poderosas herramientas que permiten “procesar” las grandes creaciones del hombre para despojarlas de ambigüedades, quitarles los matices y todo vestigio de sutileza. Ante la sola sospecha de dificultad, se ponen en marcha los aceitados mecanismos de la simplificación. Una obra de arte se usa como material para generar fantasías que permiten pasar un rato divertido. Cada día estamos más expuestos a esta cultura pasteurizada, papilla intelectual que prolonga la lactancia de una vida fácil, sin esfuerzos, y de una estúpida jovialidad. La preocupación central de nuestra sociedad es que lo que aprendan los jóvenes les “sirva”, pero en beneficio económico. (modelo neo-neo)
Se necesita recibir señales permanentes de la cultura que perduren más allá del espejismo fugaz de la fama. Para ello, la dirigencia debería abandonar el culto al éxito que dominó en los años ochenta, y que identifica el triunfo y la sabiduría con el dinero y el poder.
VIII CONCLUSIONES
Al considerar diferentes textos y opiniones se pone de manifiesto la polaridad de las intenciones al educar. Si se educa a los alumnos para adaptarse a la sociedad y sólo para el trabajo, como sostienen muchos, se corre el riesgo de preparar graduados obsoletos, ya que, como va la historia, nadie sabe muy bien cuáles serán las categorías laborales del mundo en menos de una década[6]. Por otra parte se pierde el sentido de la cultura, los valores, el esfuerzo, y se hace factible que sus mentes comiencen a trabajar exclusivamente dentro de los límites de los medios mediante los que son educados. Desgraciadamente, el modelo neoliberal y sus variantes, con algunas pequeñas diferencias, es el discurso político actual, cualquiera sea su tendencia partidaria, y la sociedad en general lo sostiene aunque no esté de acuerdo con él.
Si, por el contrario, se cae en el extremo de construir una educación inclinada hacia la intolerancia y la violencia, hacia la interrupción de los procesos, la inestabilidad y la crítica por la crítica misma, se corre el riesgo de formar “inadaptados” y no transformadores de la sociedad.
Si bien, el educar para el trabajo es más una tarea de la educación secundaria, en el medio rural muchas veces la educación básica o primaria es la única a la que se accede. Además los análisis realizados por los grandes organismos de las Naciones Unidas y por los datos aportados por todos los informes de la UNESCO, el gran problema es el tipo de futuro que le espera al mundo rural y la educación que va a ser necesaria para esas poblaciones que, hoy en día, son más de la mitad de la humanidad. Con otro problema grave: ¿Quién tiene la capacidad de diseñar y elaborar esa estrategia?
Entonces, ante el peligro de que la educación se convierta en una forma de ganarse la vida y deje de ser una experiencia que permita el derecho al conocimiento, necesidad básica del ser humano, los docentes junto a los padres deben sentarse a construir una escuela que sirva como espacio de resistencia de la cultura dominante, no se trata sólo de aprender a vivir en sociedad sino a cambiarla cuando sea necesario, no se puede responder a un niño : no pierdas tiempo aprendiendo estas cosas, no son rentables.
Hay que recordar que en la tarea histórica de construir al pueblo como fuerza real efectiva, la educación popular ocupa un lugar estratégico y que ello nos obliga a ser precisos en la definición de sus objetivos, en la identificación de sus destinatarios y sobre todo en la formación de personas libres, capaces de elegir el estilo de vida que llevarán.
Para finalizar se transcriben los conceptos de Jacques Delors que resumen la idea del autor de esta monografía:
Al final de un siglo caracterizado por el ruido y la furia tanto como por los progresos económicos y científicos –por lo demás repartidos desigualmente -, en los albores de un nuevo siglo ante cuya perspectiva la angustia se enfrenta con la esperanza, es imperativo que todos los que estén investidos de alguna responsabilidad presten atención a los objetivos y a los medios de la educación.
BIBLIOGRAFÍA
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TADEU DA SILVA, T. “Descolonizar el currículo: estrategias para una pedagogía crítica.” (Dos o tres comentarios sobre el texto de M. Apple) Cap. 3 CURSO DE CAPACITACIÓN DIRECTIVA. Río Negro, Argentina. 2000.
TAMARIT, José. Poder político y educación popular. Libros del Quirquincho. Buenos Aires.1992.
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[1] También citado en el mismo texto, el educador Paulo Freire afirma que: “No hay nada parecido a un proceso educativo neutral. La educación, o bien funciona como un instrumento utilizado para facilitar la integración de la generación más joven dentro de la lógica del sistema actual y obtener su conformidad al mismo, o bien se convierte en “la práctica de la libertad”, en virtud de la cual hombres y mujeres se enfrentan crítica y creadoramente con la realidad y descubren la forma de participar en la transformación de su propio mundo”
[2] En el texto se compara a la escuela con los fast food. Dice que tienen un punto en común: ambos existen para dar cuenta de dos necesidades fundamentales en las sociedades modernas: comer y ser socializado escolarmente. La escuela pensada y diseñada como una institución prestadora de servicios, debe asumir los principios de probada eficacia para alcanzar cierto liderazgo en cualquier mercado.
[3] Mencionado en “La Tragedia Educativa” de G. Jaim Etcheverry.
[4] Al hacer referencia a educación-trabajo, la autora plantea que las instituciones educativas no proporcionan una adecuada formación básica, conservan orientaciones laborales vigentes treinta o cuarenta años atrás y utilizan un discurso lineal y rígido incapaz de preparar al estudiante para adaptarse a la variedad de situaciones sociolaborales, científicas y tecnológicas que se le presentan.
[5] Síntesis de un artículo aparecido en la Revista Iberoamericana de Educación número 23, publicación monográfica cuatrimestral editada por la OEI, escrito por Fernando Reimers Arias:”Educación, desigualdad y opciones de política en América Latina en el siglo XXI”.
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