martes, 5 de junio de 2007

“LE VOY A PEDIR PERMISO A GRAN HERMANO”

Frase célebre del actual conductor de Gran Hermano, Jorge Rial. El programa que se ha convertido en el gran paradigma de la televisión mundial, marcando tendencia en “la vida misma” por televisión. ¿Cuáles serán los parámetros de verdad o mentira, de realidad o ficción?

Alberto Munari, en Videoculturas de fin de siglo, ¿De verdad o de mentira?, nos explica la existencia en toda sociedad de dos tipos de reglas: las reglas del juego y el juego de las reglas. Las primeras “rigen a los comportamientos individuales y sociales”, y las segundas “definen los procedimientos a seguir para modificar las primeras”. Existen entre ellas ciertos lugares, espacios, tiempos, que permiten diferenciarlas. Por ejemplo, en la antigüedad los lugares donde se establecía el juego de las reglas estaba demarcado por grandes escaleras, majestuosos edificios, fosas, etc.
Estos mediadores son llamados marcadores de diferencia, ya que su función es distinguir entre los dos tipos de reglas. En la actualidad, debido al surgimiento de las nuevas tecnologías, estos marcadores tienden a desaparecer. Es el caso de la televisión o el cine, donde los aspectos de la realidad y los de la ficción suelen confundirse. Por lo tanto, al espectador suele implicarle reconocer si se está actuando “de verdad” o “de mentira”.
Esta complejidad que inserta la tecnología lleva a la extrema necesidad de poseer ciertas competencias o saberes específicos que le permitan reconocer los marcadores de diferencia. Anteriormente, éstos eran universales, pero hoy el espectador debe tener conocimientos particulares, como por ejemplo los formatos televisivos, la especificidad de algunos canales con respecto a sus temáticas, la pauta publicitaria, etc. E incluso el usuario debe recurrir a su sistema de valores para interpretar y dar uso a los medios, determinando la capacidad para examinar estas distinciones.
Si hacemos un análisis específico de un programa de televisión, podemos recurrir sin lugar a dudas al formato “reality show”, ya que se basa en la posibilidad de aunar realidad y ficción. Para definirlo podemos recurrir a Fernanda Longo, que escribe “Gran Hermano: el juego de sé tú mismo”; donde ella explica que “El llamado “reality show” o “reality game show” se podría inscribir en el cruce de dos vertientes. Por un lado, desciende de la llamada TV verdad, telerrealidad o “reality TV”, término muy amplio con el que se alude a la programación basada en hechos reales. En ese sentido, se emparenta con una variedad de formatos, que van desde los talk shows, court shows, programas de emergencias o rescates, docudramas, cuya característica primordial es el protagonismo del hombre común. Los programas que se inscriben en esta vertiente comparten también lo que podría definirse como una intervención o manipulación atenuada del contexto “real” del que pretende dar cuenta, al menos, en sus modalidades de representación (construyen el verosímil de documentar lo real con la menor intervención posible).
“En la otra vertiente, el “reality game show” se ubica dentro de la categoría clásica del “game show”, y surge como un subgénero de éste. Lo que se rescata aquí es la modalidad “lúdica” de los formatos que integran la categoría, y se lo emparenta con las distintas variantes de programas de juegos y entretenimientos, como los “quiz shows” (programas de preguntas y respuestas), los concursos, los juegos de panel (“panel game”), los programas de citas (“dating show”), los castings televisados (Operación triunfo, American Idol), etc. Estos programas tienen en común que los participantes aceptan formar parte de una competencia con reglas predeterminadas, y que el juego, no importa lo que dure (un envío de una hora o un encierro de cuatro meses) tiene uno o varios ganadores y un premio en disputa.”
El caso de Gran Hermano sería incluido en la primer variante, donde se establece un juego que posee sus reglas, pero que al mismo tiempo es construido el verosímil de ser “la vida misma”. De esta manera, se destruyen los marcadores de diferencia, ya que, tanto los participantes como los espectadores, aceptan este “contrato de lectura” donde se cree que todos son productores del texto audiovisual. Es así como se elimina la distinción entre ficción y no ficción. Es preciso aclarar también que se hace referencia a la particularidad de ser un programa basado en el “hombre común”, cuando en realidad el paso previo a la producción televisiva incluye un casting donde se selecciona a 15 personas aproximadamente de entre 30 mil. Es indispensable aclarar entonces que éstos no serán hombres comunes, sino estereotipos representantes, elegidos intencionalmente, con características particulares, que generalmente servirán al argumento del programa.
Un factor altamente determinante de estas características es el económico comercial, ya que el formato reality show es global, puede adaptarse fácilmente a cada país y la relación costo-beneficio es muy productiva para los productores y emisores. En este sentido, se da también lo que llamamos discurso autorreferencial: la televisión que habla de sí misma. Este tipo de programas posee una alta pregnancia, por lo que se dan “ecos” en los distintos programas de chismes, periodísticos, faranduleros y hasta informativos.
En cuanto a los marcadores de diferencia entre ficción y realidad, en Gran Hermano se da que estos marcadores desaparecen abruptamente; ya que se modifican las reglas del juego, permitiendo construir el verosímil de que es la realidad misma la que vemos en la tele, los participantes son personas iguales a nosotros. Debido a la trayectoria de este programa en nuestro país (ya llevamos 4 Gran Hermanos), se han ido modificando las reglas del juego, pero no el juego de reglas. Es decir, el formato sigue sosteniendo sus principios básicos, pero va incorporando o modificando algunas cosas: la autonominación, nominación espontánea, teléfono en la casa, etc. Todas estas cosas permiten sostener y reafirmar el juego de reglas, la lógica del juego.
Para delimitar el análisis, vamos a elegir 3 puntos de partida desde donde podamos caracterizar al fenómeno Gran Hermano: el espectador, el participante y el productor. En cuanto al primero, decimos que las experiencias anteriores han permitido una familiarización con las reglas del juego, que provocan la sensación de “ser parte” del mismo. El rol otorgado y asumido por el espectador en este juego es ser juez de los participantes, desde un sistema de valores, que muchas veces, como afirma Gerbner, es cultivado por los propios medios. Esta participación supuestamente interactiva que se da con el público hace que éste crea que es el principal protagonista, definiendo “el rumbo de la casa”, “quién se queda y quién se va”.
También Munari menciona el hecho de que hoy el televisor se encuentra en todos los ámbitos de una casa, por lo que el espectador se encuentra en todo tiempo y lugar en condiciones de tener acceso al programa. Debemos sumar que el programa es emitido más de 3 veces por día en el mismo canal, más los días especiales de nominación y expulsión, sin contar todas las resonancias en otros canales y programas, y hasta en otros medios masivos. De esta forma se da un alto grado de exposición al formato, realzando las características antes mencionadas.
Al existir un casting de selección de los participantes, a partir de estereotipos de representatividad, se da una relación de identificación entre el espectador y el participante. Esta situación permite sostener la idea de “la vida misma”, ya que la interacción y participación del espectador se basa en esta sensación de representación.

Entonces ahora podemos hablar de los participantes como otro actor que es parte de este fenómeno. A pesar de que ellos poseen más marcadores de diferencia (casting, contrato, cámaras, sueldo) que les permiten distinguir entre realidad y ficción, vemos que muchas veces se pierde esta diferencia. Muchos de ellos han testimoniado que “te olvidás de las cámaras”, pierden la noción de la importancia externa del programa. Muchas veces, el factor aislamiento, se da un marcador de diferencia temporal: los “jugadores” pierden la noción del tiempo real, y buscan nuevas formas de controlar el paso del tiempo.
A los participantes de Gran Hermano 2007 se los llamó “Generación Gran Hermano”, ya que fueron espectadores de las 3 versiones anteriores. Ésto desarrolló en ellos ciertas competencias, cierto manejo de las reglas del juego, que los participantes anteriores no poseían. Es así como los jugadores estaban capacitados para “jugar” y no para “mostrar la vida misma”. Pero en la casa, en el transcurso del programa, fue considerado mal visto ser “jugador”, es decir: respetar las reglas del juego para ganar el premio, haciendo uso de estrategias, especulaciones y elementos que permitieran llegar a la final. En este sentido, se sostuvo la supuesta diferenciación ficción/no ficción, pretendiendo desde los participantes mismos anular la idea de que era un juego y reafirmar la hipótesis de que es la realidad aquello que se ve por televisión.
En esta situación se pretendía mostrar una compleja red de relaciones sociales. Si partimos desde la hipótesis de que los participantes fueron seleccionados por los productores, podemos decir que esta red de relaciones fue planificada, incluso fueron motivadas aquellas situaciones conflictivas, ya que estaban predeterminadas las formas de interacción entre las personalidades elegidas. Por ejemplo, se dan pruebas semanales que los jugadores deben superar para tener un presupuesto semanal para comprar sus provisiones, de esta manera las propuestas eran manejadas por la producción del programa para determinar qué tipo de relaciones se darían en la semana.
Con este tema nos introducimos ya al tercer punto de partida, que sería el productor. Dijimos ya que desde esta instancia se produjo una selección predeterminada de las personas que participarían. Éste es un factor de preproducción que ya comienza a determinar un juego de reglas que creará las reglas del juego de forma de eliminar los marcadores de diferencia.
Durante el transcurso del programa, los productores editan la información de modo que NUNCA llega al espectador sin mediación. Es decir, aunque la hipótesis de la existencia de un guión no está comprobada, existe algún modo de determinar qué va a escuchar y ver el espectador. Por lo tanto, el productor maneja el sentido que se le otorga a lo emitido, sosteniendo esta sensación de “realidad” y “compleja red de relaciones sociales”, mostrando conflictos personales y grupales, opiniones personales, y de esta forma se inducen los valores desde los que el espectador juzga el comportamiento de cada uno de los participantes.
Al fenómeno de la edición deben sumarse las instancias de “debate” y comentarios que genera la misma instancia de producción. En otras emisiones del programa es frecuente escuchar la opinión de “autoridades” en el tema, que van creando la imagen pública de cada jugador. De esta manera, el espectador ya no tiene que crear la propia, sino simplemente adherir a alguna ya creada.
Otro marcador de diferencia, específicamente en la última edición de Gran Hermano 2007, que desaparece, se da cuando Jorge Rial, conductor de las galas, ingresa en vivo a la casa para interactuar con los participantes. De esta forma desaparece el marcador que permitía diferenciar entre “el programa” y “la realidad” vivida por los participantes. El conductor indicaba el momento en que nos encontrábamos ante “la ficción”, mientras que los participantes eran un anclaje a la realidad. Igual sucede cuando ingresan personalidades como Chayanne, Coty Sorokin, Ricardo Montaner. Todos ellos difuminaban estas barreras.

Gran Hermano Famosos
A todas estas características, podemos oponer o comparar la situación del actual programa en emisión Gran Hermano Famosos. En esta particular versión del repitente programa, los participantes elegidos son famosos. Las formas en que llegan a ser participantes son totalmente distintas a los otros programas. No se da un casting tan masivo y las condiciones económicas a través de las que participan no son las mismas. Además, se borran aún más los marcadores de diferencia, porque los jugadores ya son famosos, ya conocen las reglas del juego de la televisión y lo que para los anteriores eran marcadores de diferencia (casting, cámaras, contrato, sueldos) para ellos son instancias normales y cotidianas.
En este proceso de selección de los participantes, se observa una fuerte tendencia por parte de la producción de elegir “gente de su palo”, es decir, personalidades fuertemente asociadas a su imagen como medio de comunicación. Puede percibirse que así podrán tener un mayor control de los participantes y los resultados que puedan obtener: a corto plazo, en cuanto al programa mismo, y a largo plazo, en cuanto a la futura programación del canal.
También se borran aún más los marcadores para los espectadores, ya que estos personajes son famosos, son reconocidos por el público y ya no son “hombres y mujeres comunes”, sino que son parte del mundo del espectáculo. En este sentido, ya no puede sostenerse la hipótesis de “vida real”, porque es imposible percibir cuándo “actúan de verdad” y cuándo “actúan de mentira”: muchos de ellos son actores… es imposible distinguir si son “ellos mismos” o están “actuando” de ellos mismos.
En esta particular situación, debemos preguntarnos cómo se dará la sensación de representación: ¿con el personaje o con la persona? ¿El espectador se identifica desde la admiración que siente por el personaje? ¿o, por el contrario, se siente identificado por “el hombre o la mujer común” que descubre en el famoso?
En cuanto al juego de reglas, es mantenido en esta variación. Es decir, el formato y su sustentación se mantienen, pero varían las reglas del juego. La instancia que decide cómo y porqué pueden modificarse las reglas del juego se sostiene, siguen siendo la productora, la emisora y el formato Gran Hermano, quienes tienen el poder de modificar las reglas del juego. Por ejemplo, a raíz de la experiencia anterior, ya un participante no puede autonominarse más de 2 veces. O es el caso de un famoso que negocia con la producción la posibilidad de tener acceso a cierta información vital a condición de participar en el programa.

Tecnología y medios
El abundante recurso tecnológico y su combinación es un elemento a destacar en la construcción de este fenómeno. Es habitual en la televisión actual el recurso a distintas tecnologías, y no escapa a esto Gran Hermano.
El programa permite una múltiple interacción por parte del espectador a través de Internet, telefonía celular, televisión, radio y prensa gráfica. En este sentido, pueden verse de trasfondo las fuertes alianzas comerciales entre distintos multimedios e incluso los monopolios mediáticos que usan todos los recursos para llegar al espectador.
Un ejemplo abrumador de esta situación puede ser la participación de Jorge Rial como conductor predilecto y paradójico del programa. Años anteriores, durante otras emisiones de Gran Hermano, el antes mencionado conductor dedicó gran parte de su programa, Intrusos en el espectáculo, para criticar desde la estructura del programa hasta los participantes y su conductora, Soledad Silveyra. Y en esta edición no sólo es el conductor del programa, sino que su propio espacio televisivo se ha transformado en repetidora y al mismo tiempo “anticipa” las emisiones de Gran Hermano. Es el medio exclusivo que posee gran cantidad de información al respecto.
La multiplicidad de medios que intervienen en la construcción de esta “realidad” ayuda a reafirmar la tesis principal que sostiene al formato reality show. Es decir, que el programa tenga su propio programa de radio, desde la casa misma; revistas que hacen tapas y notas con los ex – participantes; programas de televisión de distintos medios que hablan y debaten al mismo programa (a favor y en contra); diarios y noticieros que “hacen noticias” con Gran Hermano.

Conclusiones
Esta complejidad que se ha ido construyendo a partir de las sucesivas emisiones de Gran Hermano, sumada a la multiplicidad de medios y el bombardeo informativo al que se ve expuesto el espectador, hacen que se vayan suprimiendo los grandes marcadores de diferencia. Pero esto no impide que surjan nuevos, a pesar de que son más débiles. Como dice Munari en ¿De verdad o de mentira?, los intervinientes van desarrollando diversas competencias y saberes específicos que le permiten interactuar con los medios.
Por ejemplo, el juego de reglas se ha mantenido, pero las reglas de juego han ido cambiando de acuerdo a las intencionalidades de los medios. Los espectadores van perdiendo algunos marcadores de diferencia, pero radica en ellos la capacidad de ir descubriendo los nuevos. Es indispensable desarrollar competencias que permitan contrarrestar la gran tendencia que pretenden imponer los medios de comunicación a través de estos formatos televisivos, que van impregnando todos los programas. Ya no quedan programas o medios que no posean alguna instancia que pretenda incluir lo real dentro de la ficción. Incluso las novelas ponen un aviso pretendiendo constituir un marcador de diferencia (cualquier similitud con la realidad es mera casualidad) pero que a la larga termina asociando la ficción con hechos reales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es un documento que escribimos con unas compañeras de la facu: María Balmes, Ana Baglio y Laura Bolognesi, para un trabajo práctico de Teoría de la Comunicación II. Los invito a poner sus cosas!! que sea un espacio de todos