jueves, 14 de junio de 2007

de cómo la palabra revive



No hay mucha existencia en esto. Mas bien, se necesita una visión actual para comprender la vida de la palabra.

En reiterada ocasiones dudo en relación a la utilidad que una palabra puede tener. Quiero decir, en el escribir me descubro como un ser utilitarista, o sea más parecido a lo que detesto.

Vuelvo en mí. Hemos decidido que la formación de este planeta no tiene que ver con un capricho individual sino, si se quiere, con una sumatoria de caprichos individuales o, lo que es lo mismo, una intención colectiva.

Ahora bien: cuando esta lluvia llegó temprano a golpear la puerta, mi día pareció oscurecerse. Hay que estar alerta: cuando el agua limpia lo que se deja ver es la miseria y, por lo general, el hombre se torna miope cuando de su miseria particular se trata... claro está, multiplica los ojos cuando la miseria es ‘de otro’ (¿existe el otro?)

Entonces me fui encontrando con mi miseria y con alguna que otra miseria más general que viene a escupir sobre mi palabra. Esta es mi primera impresión. Esto es hambre, analfabetismo, pena, individualismo, sectarismo, pobreza de huesos, lo que existe y sobrevive.

Mi madre nunca me enseñó cómo podría escaparme de mí mismo. Nunca me explicó la extraña sensación sobre sumatoria de capacidades que genera la capacidad humana: hoy.

Entonces retomo el título: nuestra palabra puede servir en diferentes direcciones y allí donde habita la incertidumbre, la buena palabra trae luz. La palabra revive.

Volviendo... cuando el agua había oscurecido la tarde-noche, la palabra de un mexicano que se jugó la pluma en Costa Rica vino a poner vida en el momento cansado:

“El desastre es precisamente esta pérdida u olvido de esta estrella. La búsqueda de la estrella significa ver el desastre del mundo. Ver y sentir una estrella que brilla por su ausencia. Pero si brilla la estrella por su ausencia es signo que no está del todo perdida. Hay ya una cierta revelación en esta actitud que ha de volver a aprender a mirar y a sentir para poder ver y sentir la estrella, que es buscar quienes somos nosotros y nosotras mismos.

(...)

Dar lo que me ha sido dado gratuitamente es dar sin límites, dar me pone en cuestión, me vacía de mi mismo y no deja de vaciarme, descubriéndome en tal modo con recursos siempre nuevos. La relación con el otro, con la otra, me inspira. Buscar la estrella es responder por mí, sino ¿quién responderá por mí? Pero si sólo respondo de mí mismo ¿todavía soy yo? Que también es la búsqueda de nosotros mismos.

Es pues la hora de la estrella. La hora sin medición de tiempo, hora que se revela y rebela como un: a-hora. Es una hora que no será pospuesta pues el desastre no espera, está allí. La hora de la estrella es cualquier hora de un ahora. La “buena estrella” entonces se vive como buena-hora. La hora de la estrella es el tiempo que encuentra sitio en cada mundo de un mundo donde caben muchos mundos.”
[1]

Que sea la buena estrella la que guíe sus pasos. Que ese andar remarque la huella de nuestros antepasados y genera la base para la huella que transitarán nuestros hijos. Que sea el nosotros la única forma de construir. Que hablen los cielos. Que lluevan ligeros hoy.





[1] Del Sujeto-Máscara al (los) pasamontañas. Aproximaciones para Tejer desde Abajo. (sobre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional)








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