Como dos caras de una misma moneda, educar y comunicar forman parte de un un proceso complejo en el que cada una de las partes debe esforzarse por comprender lo que el otro aspira a transmitir. El código del enseñar y del aprender se construye en la mutua empatía, la solidaridad, la perseverancia y la paciencia. No aprende quien no quiere aprender, es cierto. Pero tampoco enseña quien no está dispuesto. La vocación por la educación revela una necesidad interna por compartir lo que se ha aprendido, por difundir, por crear y por construir. Aprendemos cuando enseñamos y enseñamos cuando aprendemos. Ese es el destino del docente, que goza secretamente siendo un estudiante eterno.
Graciela Paula Caldeiro
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